Quizá dejemos atrás un año descorazonador,
quizá la nueva mirada pueda más
y solo quede en la retina la perspectiva de lo bueno.
Son muchas las colinas sorteadas
las piedras e hierbas que saludaron mi paso,
la inmensidad azul que permitió elucubrar
formas y bellezas en las nubes,
riachuelos y fuentes que alegraron mis oídos
con el rumor incansable de su canto,
reflejos en las crisálidas aguas de ríos
y ojos amigos,
donde quedó grabado la ilusión del recuerdo.
Siempre llega la noche
con su conciliación y descanso,
con las dudas y sorbos amargos,
pues el día se tiene que hacer paso
con la libertad plena de rehacerse
de recrearse, y si quiere, repetirse.
No es la voluntad lo que nos sujeta,
no es el deseo el que nos empuja
es una nueva mañana la que destina sus alas
para emprender el vuelo de la vida,
para abrir en nuestros sentidos la puerta
hacia aquello que nos va definiendo,
recuerdo y pasado será una extraña lejanía
cuando la mente ya no siga con nosotros.
Por eso cada día tiene que ser un despertar
hacia lo que nos hace humanos y sociales,
un descubrimiento de nuestros límites
y también de nuestras grandezas.
He tenido días tristes que hacían borroso el horizonte,
días en los que he perdido la comprensión de la esperanza,
en los que me he distanciado de mis recuerdos
y hasta de mi propio cuerpo.
Pasaban los años con los días inagotables,
mas ahora esos días se han vuelto tesoros,
fuente que ve menguar su flujo
y no sé cómo encararlo…
Una noche como ésta
siempre se llenará de buenos propósitos,
y con ellos me animo,
siempre recolectará los buenos frutos
a los que me aferro.
Nochevieja del 2020
nochevieja excepcional
dura y sinuosa
en la que busco el sentido
con reverdecidas esperanzas.
© José Luis
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