Levanta la mañana inquietada niebla
en el caminar errabundo de mis pasos
y macera en las partículas que aferradas
permanecen en las hojas y la hierba.
Abriéndose paso va la luz entre azures
infinitos de cielo, mientras la tierra humedecida
cede a la gravedad de las huellas, entretejiendo
con difuso hilo lo desconocido y la hermosura.
Saboreo la plenitud del aromoso aire
silbante entre las ramas y los huecos
agrestes que se han llenado de verdor
al despertar matinal de los montes.
El añoso campo se ha cargado de olivos
la palidez de sus ramas no oculta su fruto
ingenua una lágrima resbala por la oliva
y sujeta pendiendo al revés mi silueta.
Me turba el decir callado de la aceituna
revelarme en un liado escenario espejado
entre la irrealidad y la sutil réplica
ojo de un ojo que atento me observa.
© José Luis
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