Rumbo a la noche final de marzo me incita la necesidad de escribir de poner lo que me brote en letras porque se extinguen las jornadas y pareciera que la vida se escurre entre los ciclos y las horas desocupadas.
Quisiera sobrevolar la órbita terrestre ver los juegos de luces de las ciudades, el fluir de otras vidas tras los cristales, cómo necesariamente pasean a los perros o el deambular de quien no sabe su destino.
La noche acelera el ritmo del espíritu; es el momento del día de evadirse, de discurrir entre los motivos de un sueño y de la innegable no permanencia de la realidad, que en algún momento nos tornará lejanos.
Al final, como al principio, una mano distinta a la mano que nos trajo acariciará nuestras sienes con amor y en su corazón agolpados los latidos le revelarán una parte de la esencia: piezas somos de un incesante devenir.
Primero nos dirigimos al mirador de la falla de Ribas Altas, salimos
desde la Iglesia y vamos por un camino orientado al noroeste, caminando
entre los campos de cultivo rodeados por muros de granito (cortinos) y
huertos.
Continuamos por una zona de viñedos con un chozo de piedra,
hay una señal azul que nos llevará hasta el reborde del cañón de los
Arribes del Duero, descendiendo unos metros hasta una roca saliente en
el borde del cañón con una caída en vertical de unos 60 metros. Hay que
extremar las precauciones, ya que no hay barrera de seguridad y la
tierra tiene caída de tobogán si te acercas demasiado. Fuimos por un
camino no señalizado y volvimos por el de la marca azul, que es el que
recomiendo.
Tenemos que volver sobre nuestros pasos hasta un
senderito-atajo con el que iremos bordeando el cañón del Duero,
caminando entre encinas, enebros, alguna escoba y retama. A lo largo
del senderito que nos devuelve a Mámoles tendremos varias vistas del
Duero, regresando a un punto del camino inicial yendo campo a través.
Dejaremos
el pueblo a la izquierda y pasaremos por los restos de una interesante
cultura del vino, ligada a las viñas que hay cercanas al Duero; como son
el Lagar de las Pizarras (cerrado pero que deja una pequeña vista por
un hueco en el lateral izquierdo) y el Lagar del Prado del Señor, donde
realizamos un descanso. Seguiremos las marcas del camino hacia la Cascada Lastra de Aguas Bravas y el Mirador del Testero del Burro.
Tendremos
que abrir y cerrar una portezuela para acceder al Puente sobre el
arroyo de la Rivera, espectacular con su ensanchamiento, reflejos y
construcción.
Unos letreros nos indican el camino empedrado a seguir, en una continua bajada. Primero
nos acercamos a la cascada, con una cuerda alambre de seguridad, desde
donde hacemos las fotografías y escuchamos tranquilamente el sonido del
arroyo en su caída camino del Duero.
Después nos acercamos al
mirador, desde donde vemos de nuevo la cascada en la lejanía y una de
las muchas sinuosidades del Duero con sus grandes bloques graníticos
limitándolo y siendo lugar de descanso de buitres.
Retornamos por el
mismo camino, esta vez en subida, hasta un punto donde escondido hay un
pequeño sendero, que tomamos para encaminarnos al Asomadero Los
Regatos. Un camino que a veces desaparece y hay que seguir campo a
través. Pasamos por un pequeño regato y nos toca subir por prados. Vemos
el Cartel arriba entre rocas y nos precipitamos hacia él. Aquí
recomiendo no seguir el track y bordearlo por la derecha para no trepar
entre rocas.
Tras otro breve descanso subimos campo a través hasta
el camino que se ve, que es el GR-14, y caminamos unos metros por él,
hasta una desviación a la izquierda, porque queremos seguir el regato
que nos lleva al Molino de Serafín, donde tras ver las ruedas metálicas,
sus estructura, su interior por un pequeño hueco y el agua que acumula,
paramos a comer.
Ya solo nos queda volver al GR-14, para tras pasar
por la Fuente el sapo y la Fuente el Pocico, llegaremos a Mámoles entre
prados con flores amarilla y muros de piedra.
Los ojos se han ido de las esculturas siempre desaparecen cuando son colocadas un acto de protesta por sentirse obligados a ser testigos de una realidad persistente.
Firmamentos de alados inundan sus frentes el cobijo de un nido de invariables pensamientos sobre los que danzar y considerar en atrevimiento no cambiar nunca una idea propia por una ajena.
Dos visiones unidas toman mucha fuerza dos versiones de la misma entidad significativa de izquierda a derecha y de abajo a arriba dos visiones ligadas mutuamente se enriquecen.
¿Una idea, es masculina o femenina? ¿una opinión puede envenenar al pensamiento? ¿el cielo en su caída saqueará muchas aves?
El nacimiento, la venida al mundo es un acto individual cada persona es única y vive su propia vida con sus pensamientos, decisiones, sentimientos...
Pero también es un acto social en el que quien nace está acompañado por padres y equipo médico, y es ese carácter gregario el que va marcando nuestros pasos.
Así al final de una vida la persona única se desvanece y quedan acompañando su cuerpo familiares y amigos.
El atardecer y el amanecer el uno y el otro son talantes del día con la potestad de evanescerse entre amarillos, cárdenos y azules sutilmente empenumbrados.
Ese día el Tormes con sus árboles se esconden guarnecidos en las tinieblas conjugando con el cristalino de la cámara el asombroso espectáculo cotidiano.
Necesita la luz de las prominentes sombras como el día de los contrastados colores, el iris en la bóveda y su inmutable esfera estática y dinámicamente entrañable.
Intensamente se inflama el esplendor, crece y repentinamente se apaga al compás de mis sonoros pasos mientras me alejo por el puente con la cabeza envuelta en centelladas.
Sonarán esta noche, otra vez más, las campanadas. Con cada repique las uvas nos acercarán al 2023, atrás quedaron las variadas alegrías y algunas contrariedades, numerosos son ya los años del ritual de esta noche, pero no renunciaré al privilegio de su “deja vu”, al devenir palpable de ser vívido y fructífero… Un árbol, un libro, un hijo… o qué más…
Rostros amigos, manos tendidas, cómplices sonrisas irán acompañando los nuevos días que vienen, como anteriores rostros, manos y sonrisas perviven en el inmenso agujero negro de la memoria.
Otro repique más para mí y para ti, para acercarnos a la música latente que nos ensancha el corazón, la puerta a nuevas y viejas experiencias se vuelve a abrir, como la relectura que nos satisfizo de un libro o la película que nos revela lo no percibido.
Noche para el festejo de estar incesablemente vivos de tener la oportunidad de abrir entrañablemente los ojos, susurrar en el oído del tiempo la oda a la alegría o el valor del verbo amar conjugado en plural.
Esta noche alzaré la copa y brindaré por ti, por mí, por el mundo que nos ha tocado vivir y en el que depositamos acciones y esperanzas de nuevas generaciones… pero mientras tanto, que inmenso honor poder contar contigo.