Antiguo paso de aduana.
A veces nos quedamos únicamente con lo que pasamos en coche
y es conveniente adentarse en sus entrañas
para descubrir sus recónditas huellas y piedras.
Rúas de comercio, bastande decaído,
antiguas casas solariegas,
portones,
viviendas con postín,
calles aisladas.
Cruzamos el río para ir a la parte antigua.
Muros y suelos empedrados,
casas desvencijadas,
la huella de la juventud en las peñas,
la iglesia,
vistas de la parte nueva,
algún que otro perro, de esos que ladran,
y un admirable gato.
Me llamó la atención no ver más que edificaciones,
sin ninguna tienda ni bar cercano.
Vimos también una especie de cobijo que parecía ermita...
y resultó ser garaje.